El concepto básico del envejecimiento es que entramos en un momento de nuestras vidas en el que el vigor maduro ya no es el papel que toca ocupar en la sociedad.
Aprender a envejecer significa entender que el rol que desarrollamos en la sociedad está cambiando, y también se transforman los rangos otorgados a las personas en función de su edad, del mismo modo que lo hacen nuestras necesidades y ocupaciones dentro de ese mismo marco social. Fenómenos como el desarraigo familiar y la pérdida de poder adquisitivo que se está dando en el sector más amplio de la sociedad, también están convirtiéndose en serios inconvenientes.
Básicamente, la conciencia del paso de la edad madura a la vejez, eliminando aquí el tono marginal que se asocia a esta palabra, pasa por comprender que, a pesar de que disponemos de los medios para dar un aire de normalidad al lugar que ocupamos, nuestro rol social es otro y podemos aprender a convivir con ciertas limitaciones, en lugar de permanecer en lucha con ellas.
El concepto básico es que entramos en un momento de nuestras vidas en el que el vigor maduro ya no es el papel que toca ocupar en la sociedad. Las personas que alcanzan ciertas edades –y esto puede ser muy relativo en distintas culturas– no aportan fortaleza a la sociedad. Al menos no en el sentido físico. Aportan el valor de la sabiduría y del conocimiento de la vida. Esto, además, debe ser visto con la perspectiva de que con los cambios que ha estado experimentando la sociedad en los últimos decenios, este sector de población se ha ido ocupando de tareas de carácter doméstico que estaban antes asociadas a la paternidad, como el cuidado y la atención a los más pequeños, e incluso tareas domésticas menores.
En todo caso, la aceptación del estatus que proporciona la edad va asociado a un sistema laboral en el que se espera que con la jubilación empiece una etapa de disfrute. Sí, esto es muy cierto, pero no bajo los mismos parámetros que cuando se trataba de personas en edad madura. Ahora tanto las necesidades como las capacidades son otras. La clave va a ser entender cuáles son las necesidades que han de ser satisfechas y cuáles las demandas de realización personal, que son muy distintas a partir de esta etapa.
No hay nada que demostrar, pues generalmente todas las manifestaciones del ego han sido desarrolladas anteriormente. Tal vez lo único que realmente habría que poner en valor es la visión que como sociedad en conjunto tenemos sobre el valor de nuestros mayores. Una tarea en la que ellos tienen una tarea por delante que, afortunadamente, se va plasmando en la realidad social.
Recuerda que:
→ El envejecimiento es un proceso natural e imparable.
→ La realidad de los mayores ha cambiado mucho en los últimos tiempos, especialmente en cuanto a sus posibilidades de llevar a cabo una vida plena y satisfactoria.
→ Todo lo que tiene que ver con llevar esa vida satisfactoria pasa por entender que la realidad es otra, y que el papel a desarrollar en todos los ámbitos, sociales, familiares y personales, es otro.
→ Una persona en edad avanzada puede disfrutar tanto como se lo permita.
→ Habitar en la queja de capacidades que se han ido solo nos conduce a perder de vista nuevas opciones.
→ Con los avances en campos diversos, que van desde la medicina hasta las actividades, programadas específicamente para mayores o adaptadas para ellos, una persona de edad avanzada puede disfrutar plenamente su vida.
→ Hay que entender que el rol social ha cambiado. Ya no es momento de demostrar nada, sino de poner a disposición de todos lo que se ha vivido. Y por añadidura, lo que queda por vivir, que no es poco.
→ Ser anciano no significa ser inútil o incapaz. La utilidad y las capacidades son otras, y no menos importantes para el entorno personal y social.
→ Como en cualquier otro momento de la vida, seremos tan plenos y felices como nos permitamos ser.
→ Hay un componente muy importante de atrevimiento personal en seguir siendo capaces de romper la zona de confort.